martes, 13 de septiembre de 2022

El enfrentamiento entre la Iglesia Maronita y Hezbolá no hizo más que empeorar tras la detención en el mes de julio pasado del obispo maronita de Haifa y Tierra Santa, Moussa el-Hage. El obispo fue detenido por la milicia pro -iraní Hezbolá durante 14 horas mientras estaba realizando su viaje mensual desde Israel al Líbano para llevar dinero a docenas de familias separadas por la guerra en ambos lados de la frontera con Israel. Hezbola casi comienza una guerra civil.

El enfrentamiento entre la Iglesia Maronita y Hezbolá no hizo más que empeorar tras la detención en el mes de julio pasado del obispo maronita de Haifa y Tierra Santa, Moussa el-Hage. El obispo fue detenido por la milicia pro -iraní Hezbolá, durante 14 horas mientras estaba realizando su viaje mensual desde Israel al Líbano para llevar dinero y medicamentos a docenas de familias separadas por la guerra en ambos lados de la frontera con Israel. "Ayuda para todos los libaneses, no solo a los cristianos maronitas" remarco Moussa  el-Hage "El Líbano se está convirtiendo en un estado islámico y policial". Le fueron devueltos el dinero y los medicamentos más las disculpas por la confusión sobre la identidad del obispo. Es que la noticias llegaron a Beirut donde las milicias cristianas ya se estaban movilizando. Hezbolla casi comienza una guerra civil.

Pero la ira de los libaneses se centra en el conjunto del sistema actual cuya incompetencia, corrupción y negligencia condujeron, según ellos, a la tragedia de Beirut. La brutal explosión del puerto de Beirut del pasado año no hizo sino apuntillar la difícil situación financiera de las cuentas del Estado, y el mundo entero pudo constatar la ineficaz gestión de la crisis por parte del Gobierno libanés. Además, merece la pena mencionar que el almacén de armas donde se originó el accidente pertenecía a la organización libanesa de Hezbollah.

Hezbollah , una obstrucción al desarrollo.

En junio de este año, el Banco Mundial advirtió que el Líbano padecía seguramente una de las peores crisis que el mundo haya visto en los últimos 150 años. El Estado está, de hecho, colapsando: la libra libanesa ha perdido el 90% de su valor respecto al dólar; hay falta de medicamentos, comida y energía.

La pandemia COVID-19, contribuyo a la crisis, pero la causa principal es la huida de capitales, en cientos de millones de dólares, de aquellos extranjeros y libaneses que apostaron a el resurgimiento económico del país, comenzaron a huir no solo por la corrupción generalizada, sino además el papel de Hezbolla que se va apodera cada vez más de las instituciones del estado.

Hezbollah.

Hezbollah, la organización política y paramilitar islamista chiita en El Líbano ha sido definida por múltiples expertos como un "Estado dentro de un Estado". Hezbollah nació en 1982 como un movimiento de resistencia a la invasión israelí. Pero en muy poco tiempo muto a una milicia chiita con un proyecto político islamista, país por lo demás con un sistema político muy sectario, que se dispuso a gestionar y proporcionar políticas de bienestar a dicha comunidad: escuelas, hospitales o préstamos bancarios a bajo interés. Es de la comunidad chiita libanesa aproximadamente un tercio de la población del país- desde donde extrae su potencial humano.

Hezbollah, además, fue fundada con la ayuda logística y el entrenamiento de la Guardia Revolucionaria iraní. Se trata del peón más importante de Teherán y su creación de mayor éxito. De hecho, Hezbollah es la fuerza militar no estatal más poderosa que existe y desde 1997 son considerados como una organización terrorista por los Estados Unidos. A este respecto, Washington durante tres décadas ha desplegado su arsenal de herramientas para terminar con la organización: sanciones económicas a sus líderes, reforzar el ejército libanés, operaciones encubiertas o la obstrucción de sus vías de financiamiento en América Latina y en los mismísimos Estados Unidos. Sin embargo, nada ha funcionado.

Por otra parte, Hezbollah se ha reforzado considerablemente con la guerra de Siria y su participación activa, combatiendo al lado del ejército de Al Assad y recibiendo entrenamiento de comandos rusos contra el Dáesh y la oposición siria. Todo esto ha provocado que hayan conseguido dos hitos de gran transcendencia.

En primer lugar, transformar su relación con Siria, otrora de carácter casi subordinado, actualmente Damasco solo se sostiene a través de la voluntad de Moscú y Teherán. Hezbollah, la milicia predilecta de Irán, está en una posición que le permite operar en siria casi a voluntad: la correlación de fuerzas entre ellos y las autoridades sirias ahora es mucho más horizontal, sino revertidas, recordemos que Siria mantenía una fuerza de ocupación en el Líbano hasta 2005. Cabe destacar que aventuras como esta siempre tienen un precio: ha causado mucho malestar y manifestaciones contrarias a la organización dentro de la comunidad chiita que, a decir verdad, nunca ha mostrado un apoyo monolítico al partido.

En segundo lugar, Hezbollah cuenta ahora con un ejército mayor que nunca; sobre los 40 mil efectivos y algunas estimaciones apuntan incluso a 55 mil militantes armados que, más importante quizás que el numero en sí, cuentan con experiencia bélica relevante, convirtiéndolos en una fuerza militar efectiva. Su arsenal de cohetes y misiles ha pasado de 13 mil en 2006 a 120 mil en 2018. De hecho, a estas alturas la posición general es que Hezbollah cuenta con una fuerza superior al ejército libanes y, de quererlo, podría tomar el país por la fuerza.

Las relaciones entre Hezbollah y el Estado libanés son muy complejas. Además de entender la organización islamista como "un Estado dentro de un Estado" hay que entenderla también como agente parasitario que vive en gran medida de corromperlo. Hezbollah nunca ha buscado ser el Estado por muchas razones; ser Estado significa en mayor o menor medida una justificación de tus acciones ante la población, y en ese sentido, sus expediciones militares en Siria serian del todo injustificables, máxime teniendo en cuenta la delicada situación diplomática con Israel.

Segundo, el Líbano es una sociedad altamente sectaria, la idea de que una milicia chiita -tercer grupo religioso tras cristianos maronitas y musulmanes sunnitas- de corte islamista si tomara las estructuras del Estado haría estallar una nueva guerra civil. Tercero, Hezbollah se presenta ante la población -con creciente incredulidad e insatisfacción- como el salvador, protector y garante del pueblo. No son el Estado, pero hacen sus funciones y con ello intentan llenar una narrativa patriótica, no-sectaria y mesiánica.

De ser el Estado, esas políticas serian su obligación; difícilmente podrían venderlas como algo más. Cuarto, de dar tal paso, Líbano se convertiría en un Estado islamista gobernado por una organización listada como terrorista en todo Occidente y más allá. Se convertiría en un Estado paria sin opciones reales de prosperar fuera de una eterna dependencia de Irán.

Sin embargo, sería un error considerar que como no son el Estado no lo controlan. Hezbollah tiene un poder en el Líbano sin parangón. A través de su alianza con la facción cristiana controlan la presidencia del país, el ministerio de exteriores y el mismísimo ejército, entre otros ministerios, siempre para servir sus intereses. No es de extrañar pues que, tras la explosión en el puerto de Beirut de 2019, cuando Israel ofreció ayuda, el gobierno libanés la rechazara de plano: Hezbollah no iba a aceptar la ayuda de su archienemigo.

Tanto es así que las monarquías del golfo han reducido de forma muy notable ayudas, fondos y material al ejército libanés, ya que muy seguramente termine en manos de Hezbollah y, para gestionar actores leales al expansionismo iraní, el Golfo ya tiene su buena dosis en Yemen. Es sintomático de la corrupción propiciada en buen parte por Hezbollah que tras el terrible accidente en el puerto de Beirut no se hayan depurado responsabilidades y, que, en esa misma línea, la organización está bloqueando cualquier formación de un nuevo gobierno tan anhelado por su población.

Esta actitud corrupta y parasitaria para con el Estado lo está simple y llanamente matando. Hezbollah aprovecha la situación para expandir aún más allá su influencia en todos los aspectos del país: el suministro de petróleo, que el Estado falla en proporcionar debido a la creciente crisis, corre desde agosto de este año a cargo de Hezbollahvía, cuyo patrón es Irán. No es sorpresa para nadie que la organización sea completamente dependiente de la nación persa: hasta 700 millones de dólares al año recibe de Irán para su financiación, además de armas, consejo y entrenamiento. De hecho, al operar mayormente en dólares, Hezbollah garantiza una paga a sus rangos más bajos quince veces superior al salario medio del país. A estas alturas, Hezbollah es una organización más sólida que el propio Estado.

Cuestión iraní.

Varios analistas mostraron sus dudas respecto a la capacidad de Teherán de proporcionar una significativa ayuda financiera a Líbano, mencionando la doble crisis --sanitaria y financiera-- en Irán.

Desde la retirada unilateral de Estados Unidos en 2018 del acuerdo sobre el programa nuclear iraní y el restablecimiento de las sanciones estadounidenses, la economía iraní se hundió.

A lo que se añade la pandemia coronavirus, que ha dejado oficialmente 18.600 muertos y cerca de 329.000 casos. Para el periodista reformista Ahmad Zeidabadi, "en una situación así, Irán tiene las manos atadas", y es "incapaz de hacer gran cosa" para ayudar a la reconstrucción de Líbano.

¿Hacia dónde camina el Líbano?

Como se ha señalado, Hezbollah se alimenta, material e ideológicamente de controlar y parasitar el Estado libanés, sin embargo, en los últimos dos años es posible que esta actitud carroñera haya derivado en un expolio tal que el país ha caído en una incapacidad total y un inminente colapso. Las mismas señales de la crisis desincentivan ayudas de aliados de Beirut por miedo a que estas terminen en manos de los islamistas de Nasrallah: Soldados Israelíes han reportado ver a miembros del ejército libanés patrullando la frontera conjuntamente con milicianos de Hezbollah.

El caso es que un Estado fallido no puede ser del interés de "El Partido de Dios", pero una situación de completa anarquía provocada en buena parte por su depredación sin límites de los recursos del Estado podría conducir a Hezbollah, lejos de lo que considerarían ideal, a tomar las riendas del Estado formalmente para aplacar un mal mayor.

Ante una situación catastrófica y de necesidad, es posible que las facciones más románticas dentro del partido vean una oportunidad de dar otro empujón moral a la victoria Talibán en Afganistán, así como la desvinculación creciente de la región con los Estados Unidos. No solo eso, Irán tendría interés explícito en que esto ocurriera. Un escenario donde Hezbollah, que no ceja de llenar los vacíos del Estado tome el poder de forma completa, complicaría los asuntos sobremanera en Oriente Próximo: Un Estado Islamista fiel a Teherán pondría una presión sobre Israel que, en términos de seguridad, es del todo inasumible.

 

Michael Mansilla

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UyPress - Agencia Uruguaya de Noticias

 

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